¿Eres víctima de una familia disfuncional?

Gema de Prada es el pseudónimo de la autora de este blog y escritora del libro que aparece a continuación, publicado en Amazon en enero de 2017.

Decidí utilizar un pseudónimo para proteger mi intimidad pero, sobre todo, para amparar y salvaguardar la privacidad de los múltiples personajes que desfilan por la obra. Aunque sus nombres, sus ciudades de origen o residencia y en muchos casos incluso sus edades, han sido modificados, supuse que utilizar un pseudónimo supondría un mayor nivel de protección.

Hecha esta aclaración, voy a definir el objetivo de este blog. Este blog nace con la intención de arrojar algo de luz sobre la confusión que impera en la vida de mucha gente que, víctima de familias disfuncionales, padece síntomas inespecíficos como dolores musculares, de cabeza, de estómago, sin causa física, gastritis u dolores de estómago de etiología desconocida, insomnio, conflictos emocionales, apatía, melancolía, bloqueo emocional, trastornos alimenticios, fobias, inapetencia crónica, ansiedad, etc de manera recurrente, endémica y sin causa orgánica.

En muchas ocasiones, las personas que sufren los trastornos arriba mencionados, no saben cuál es el origen de sus males. Sólo saben que sufren y que no hallan respuesta ni salida a sus padecimientos. A menudo, los médicos de familia los tachan de “hipocondríacos” o  de “nerviosos y/o ansiosos”, de “depresivos”, de “inestables o de hipersensibles”, y los despachan con un ansiolítico o un hipnótico. Otras veces, los derivan a varios especialistas (cardiólogos, inmunólogos, dermatólogos, alergólogos, internistas...) porque asociados a la tensión y el stress emocional van problemas físicos como la gastritis, taquicardias, fallas del sistema inmune, tensión muscular,...y una larga lista de dolencias físicas asociadas a estrés crónico. Sin embargo, con frecuencia, estos especialistas no pueden más que tratar el mal físico, sin lograr hallar el motivo de su padecimiento.

Yo pasé una adolescencia relativamente tranquila, porque conseguía distraer mi tensión emocional y la ansiedad, concentrándome en los estudios, y evadiéndome de lo que me rodeaba con largas horas de lectura en la biblioteca, con algo de deporte, o con las amigas. Pero, al finalizar la larga etapa de estudios y conseguir trabajo estable, ya de adulta, se desencadenó la crisis. Mi médico de cabecera decía que yo no necesitaba psiquiatra ni psicólogo, razón por la cual nunca me derivó a ninguno de ellos. Me repetía que yo estaba bien, pero con el tiempo llegué a desarrollar problemas para conseguir un sueño reparador, sentía una especie de amargura y desasosiego, e incluso somatizaba ese malestar con dolor de espalda, mi salud física comenzó a resentirse, y no me sentía cómoda en casa, mi obsesión era irme. Y ahí fue cuando empecé a recorrer infructuosamente, durante algún tiempo, diversos consultorios médicos en busca de solución o remedio para mi malestar, que muchas veces se somatiza como ya se ha explicado en párrafos precedentes,... por épocas sentía bloqueo emocional y cansancio crónico. Entonces acudía a mi médico de atención primaria, que me enviaba a un especialista para comprobar que no tenía nada serio. Visité especialistas de digestivo, cardiólogos, alergólogos, especialistas en medicina interna, etc, solo para quedarme tranquila y ver que no tenía nada grave aunque mi cuerpo se sintiera mal.  Mejoraba por épocas, pero el malestar seguía ahí. Hasta que un buen día, los conflictos emocionales me ganaron la batalla y empecé a no poder dormir. Ahí comenzó mi auténtica travesía del desierto.

No deseaba medicarme, porque sé lo devastadores que pueden resultar ese tipo de tratamientos y no creía en ellos.  Así que, -por consejo de mi nuevo médico de atención primaria- recurrí a la acupuntura para calmar mi ansiedad y mi angustia. No creía mucho en su eficacia para mi caso concreto pero estaba decidida a probar todo tipo de remedios que no tuvieran efectos secundarios. Y ese fue el principio del fin de aquella tortura vital.

La profesional que me atendió era médico y tras realizar la anamnesis de rigor, me recomendó hacer psicoanálisis.

-¿Psicoanálisis?-pregunté incrédula.

-Sí. El psicoanálisis es muy útil en casos como el tuyo-reafirmó amablemente la doctora. Yo misma lo hago y aunque no sufro de ansiedad ni de insomnio, me ayuda a comprenderme, a comprender mis reacciones y gestionar mis emociones. Ha mejorado considerablemente mi vida. Y te voy a recomendar al mejor. Te irá bien, saldrás de esta-vaticinó acertadamente.

Sin muchas esperanzas, acudí a la consulta del psicoanalista hace ya algo más de 10 años y ese mismo día determinó que yo era víctima de una familia disfuncional.

No podía creérmelo. Yo sabía que no me gustaba mi madre, que procuraba excusas para pasar temporadas lejos de ella, que era más feliz lejos de casa que cerca de mis padres, pero no imaginaba que todo aquello pudiera hundirme de tal manera que me llevase al insomnio pertinaz, que no pudiera concentrarme en nada, que la anomia me ganase por momentos, que la angustia dominase mi vida,… Tenía que haber otra causa.

-No. No hay otra causa, no tienes ningún problema mental, eres fuerte y equilibrada, tu único problema es tu familia-reiteró el psicoanalista.

-No puedo creérmelo. ¿Y qué puedo hacer?-pregunté entre aliviada y escéptica.

-Alejarte de tu familia. De manera radical y definitiva-contestó.

La mirada se me iluminó. Mi subconsciente sabía que esa era la respuesta, y una parte de mí llevaba siglos deseando oír eso. La perspectiva de decir adiós para siempre a mis padres me encantaba. Sólo hacía falta que alguien me diera permiso para hacerlo.

Aun así, la otra parte de mí pugnaba por encontrar una alternativa. Así que, terco e inasequible al desaliento, mi consciente preguntó:

-Tal vez pueda intentar hablar menos con ellos, llamarlos menos o ir de visita sólo los fines de semana-comenté ansiosa.

-No, no resultará-respondió con contundencia el psicoanalista.

Me invadieron una mezcla de sentimientos encontrados: por un lado, la ilusión de perder de vista para siempre a mis padres, por otro, el sentimiento de culpa por pensar siquiera en esa posibilidad.

-No será fácil. Romper el vínculo te costará toda la energía de que puedas disponer, va a requerir mucha fuerza de voluntad de tu parte, pero es la única salida-repitió. Tus padres recrudecerán y reforzarán la red, las cadenas y la manipulación que ejercen sobre ti en cuanto empieces a alejarte. Prepárate para ello.

Salí de la consulta confusa; una mezcla de sentimientos encontrados se arremolinaban en mi corazón. Aún no imaginaba lo doloroso que iba a resultar aquel proceso. Lo primero que hice-sólo unos días más tarde- fue irme de casa. Me mudé con una amiga a un piso compartido al otro lado de la ciudad. Y efectivamente, tal y como había predicho mi psicoanalista, en ese momento mi madre recrudeció su campaña de difamación y descrédito contra mí, extendiendo el rumor de que “su hija estaba muy malita de la cabeza” y haciéndome sentir culpable con frases del tipo “tu padre está muy disgustado”. No daba la cara, no decía abiertamente que era ella la que estaba disgustada. No, ponía por delante a mi padre porque sabía que por aquel entonces mi padre era-aún (luego ya explicaré por qué digo “aún”)-mi debilidad.

Esas semanas inmediatamente posteriores a mi marcha, fueron espantosas y aciagas. Mi madre llamaba a todas horas para hacerme sentir culpable y obligarme de alguna manera a volver a casa. Yo lloraba, ella porfiaba. Un día, desesperada, fui a verla y le espeté a bocajarro:

-¿Qué quieres de mí? ¿Qué quieres de mí?-repetía una y otra vez chillando, perdí los nervios y arrojé mi bolso al suelo-.

Aún recuerdo ese momento de desesperación, de tribulación y confusión, de rabia, de tormento. Y recuerdo las evasivas de mi madre. Yo no sabía qué deseaba de mí, no sabía el motivo de aquella obstinación en retenerme a su lado si con frecuencia parecía detestarme e incluso envidiarme. Si estaba en casa me humillaba, me insultaba, ponía normas y reglas imposibles de cumplir, pero si me iba se empeñaba en hacerme volver. Sin embargo, no me daba una explicación de por qué me hacía pasar por todo aquello.El punto álgido de aquella situación infernal ocurrió el fin de año de 2007. Aquel verano había sido convulso. Tras algunos años sin pareja, había empezado a salir con un chico, y, aquello, sin saber por qué, molestaba muchísimo a mi madre. Empezó a reprocharme que saliera aunque solo fuera hasta las 8 o 9 de la noche, empezó a mostrarse más avinagrada de lo normal, me escudriñaba con aquellos ojillos maliciosos de reptil, controlaba mis gestos y mis palabras. Con el tiempo llegué a la conclusión de que ella esperaba que, tras la ruptura con mi primera pareja, yo me quedase a su lado. O más bien, que ambos, mi dinero y yo, permaneciésemos a su lado para siempre. Estaba tan desquiciada, que pensaba que yo iba a renunciar a mi libertad solo para satisfacer sus infames deseos. Aquella nueva relación la ponía en alerta. El miedo se apoderó de ella, de aquel corazón de hielo, de aquella mente perversa y psicópata. El miedo y la ira, esa que estalló con un ímpetu infinito, un día de finales de septiembre de ese mismo año, cuando, de madrugada ya, llegué a casa tras una noche de diversión al borde de la playa con amigos y compañeros de trabajo. Ni siquiera había estado con mi chico aquel día. Sin embargo, por primera vez en mi vida, había decidido pasar la noche fuera de casa. Era una época de fuertes conflictos emocionales, necesitaba hablar, necesitaba a mis amigos, necesitaba su fuerza, su apoyo, necesitaba sentir que había vida más allá de mi familia tóxica. Necesitaba sentir esperanza, necesitaba encontrar una salida. Y allí me quedé, al borde de aquella playa que tantos recuerdos de adolescencia me traía, que tantas angustias se había llevado, con los amigos, cantando, riendo, charlando, soñando con volar lejos. Volví a casa pasadas ya las 8 de la mañana. Hacía un buen rato que había amanecido aunque el vecindario dormía aquella mañana de domingo de principios de otoño. Nada más entrar, mi madre apareció hecha una hidra en el fondo de aquel largo pasillo que recorría la casa de punta a punta. Avanzó rápidamente hacia mí y comenzó a chillar, loca de rabia. Profirió todo tipo de insultos y reproches. Gritaba tanto que temía que oyeran todos los vecinos, incluso los de pisos lejanos. "Todo el tiempo que has dedicado a tus estudios, intentas recuperarlo ahora con esta vida disoluta, ... " Fue lo más suave que me dijo. Yo no reaccionaba, no podía siquiera creer lo que estaba pasando. Solo acerté a decirle que llevaba el móvil conmingo. Si tan preocupada estaba, ¿por qué no me llamó en toda la noche? Ella no respondió. Pasó como de puntillas por tan acertada apreciación y siguió a lo suyo. Yo ya tenía mi trabajo, mis ingresos, edad suficiente para gestionar mi vida sin pedir permisos ni parecer a nadie, pero allí seguía ella, ávida de controlar mi vida, mis amistades, ávida de cercenar mi libertad, mis ansías de volar. Allí seguía ella, obstinada, terca, instalada en la negación de lo evidente. Era más que evidente que yo la detestaba hacía tiempo, que planeaba irme, que nadie lo podría impedir, ni siquiera aquellos arrebatos coléricos propios de una desequilibrada poseída. Y cuanto más me cercaba, más ansiaba yo escapar. Y cuanto más me vejaba, más la odiaba. Aquella espiral de vesania en la que ella parecía instalada iba in crescendo, hasta que, casi sin darme cuenta, empecé a celebrar aquel aquelarre. Algo dentro de mí empezó a festejar aquel teatro dantesco. En el fondo me decía: "Sigue, sigue un poco más, dame un motivo serio para irme de una vez ..." Hasta mi hermana, camaleónicamente instalada desde siempre en aquella odiosa equidistancia tan suya, aquella equidistancia que la empujaba de manera irracional a juzgar de la misma manera mis tímidos intentos de defenderme con las agresiones verbales de nuestra madre, convino que había llegado la hora, para ambas, de irse de casa. Yo acababa de comprarme un pequeño apartamento, pero aún no estaba listo para ser habitado y los ahorros que tenía estaban invertidos en él. Planeé aceptar la invitación de una amiga y quedarme en su casa un tiempo, pero iba a necesitar unos días para poner en orden mis cosas. Creo que pasada aquella terrible tempestad, aún albergaba cierta esperanza de que la situación en casa mejorase, por eso no me fui inmediatamente. Ahora me parece una locura, un algo absurdo, pero en aquel momento yo aún me agarraba a que las cosas mejorasen. Sin embargo, unos días más tarde, avanzado ya el mes de octubre, lo sucedido tras mi noche de asueto en la playa, volvió a reproducirse. Era un viernes. Yo había salido antes de lo previsto del laboratorio porque terminé los ensayos del día y no había tiempo de completar otros antes de que acabase la jornada. Mi jefe no había venido ese día. Algo pasaba con su hija. Quizá estaba enferma, no lo recuerdo. El caso es que ni siquiera había opción de dedicar la tarde a analizar datos o planificar la redacción de algún artículo. Así que, salí bastante temprano. Bajando las escaleras, recibí la llamada de un amigo. Me invitaba a quedar para presentarme a su novia, una chica con la que había comenzado a salir solo unos meses antes. Acepté encantada. Joaquín era un buen amigo, desde hacía ya algunos años, habíamos pasado buenos ratos juntos, disfrutábamos hablando de los temas más variados, desde literatura, política, cine, ..., me había apoyado en momentos difíciles, me había escuchado muchas veces, habíamos compartido muchos cafés, muchos silencios, muchos secretos. Hacía ya un par de años que había dejado Santander para instalarse en un pueblo marinero donde trabajaba como controlador de calidad de una conservera. Se le echaba de menos en el grupo, sobre todo desde que había comenzado a salir con Enma, una chica encantadora, de preciosos ojos verdes. Quedamos en una terraza con preciosas vistas al mar, y se nos pasaron volando las dos horas de las que ellos disponían, para ponernos al día de nuestros proyectos, de nuestras visicitudes, de nuestras cuitas y de nuestras ilusiones. Volví a casa contenta de haberlos visto y de haber disfrutado de una tarde agradable. No eran más de las 8 y media de la tarde cuando entré en casa, pero mi madre estalló en gritos e insultos, de nuevo. -¿Vuelves a salir, puta, ...? no estabas en el trabajo cuando te llamé a eso de las 5 de la tarde, ¡vaga, puta, ...! Los insultos se sucedían. No paraba. Estaba desquiciada. La escena se repetía. Pero mi reacción, NO se repitió. Aquella vez entendí, por fin, que aquella vorágine de desquicie y vesania en la que mi madre se había instalado, no cesaría hasta que yo me plegara por completo a su férrea voluntad de tirana endiablada. Y como había decidido que jamás me plegaría a sus deseos de vieja psicópata, la única salida era IRME. Irme antes de que destruyese mi autoestima y mi vida entera. -¡Dime dónde estabas! ¡Dime con quién estabas, dime su número! Te lo dije muchas veces, cuando quedes con alguien quiero estar informada, quiero que me des su número por si pasa algo. Es por ti, porque si alguien te secuestra, quiero saber quién es- insistía ella. No podía dar crédito, temía que me secuestrasen. ¡Inaudito! Hacía ya años que controlaba la agenda telefónica de mi móvil porque yo, despistada como era, lo dejaba a veces en el mueble de la entrada. Controlaba también mi otra agenda y se había permitido llamar a alguno de mis amigos y a mi pareja para decirles que yo no estaba bien. No tenía límites, aquella psicópata, carecía de límites y parecía decidida a destruir mi vida. Me encerré unos minutos en el baño. Respiré profundamente y esperé a que pasase la tormenta. La dejé chillar en el pasillo, rezando para que se calmase pronto y me refresqué la cara. Por suerte aquel día estaba ocupada preparando la cena para uno hermano de mi padre y su mujer que habían quedado de venir a casa, y tras unos minutos más de teatro malo, volvió a la cocina. Trajinó como media hora más, durante la cual procuré descansar en mi habitación. La decisión estaba tomada, me iría después de la cena. Ahora tocaba aparentar normalidad. Para cuando llegaron mis tíos, había logrado dejar aparcada la bronca de aquella tarde noche y puse mi mejor cara. Más tarde, hasta logré sonreír durante la cena, puse todo mi empeño en aparentar normalidad y jugué el papel de sobrina educada y comedida. Para cuando se terminaron los postres y la sobremesa, mis tíos se fueron y mis padres se recogieron en su habitación, yo ya había recogido mis cosas, metido a toda prisa alguna ropa en una maleta y dicho adiós a mi habitación de tantos años. Eran poco más de las 12 de la noche de aquel sábado de mediados de octubre de 2007 y salí rápida y silenciosamente de casa. Aquel día había avanzado un paso más en la dirección del adiós definitivo. Ella lo sabía, yo también. Esta vez no iban a servir de nada sus intentos de hacerme volver a casa. No podía más.

En terapia experimenté avances y retrocesos. Tal como había vaticinado mi psicoanalista, experimenté momentos de duda, épocas de lo que Freud llama “reactividad negativa a la terapia” en la que negaba todo lo que decía el psicoanalista e incluso rechazaba la terapia, seguidos de otros de afirmación y de avance. Fueron meses muy duros, de agotamiento, de melancolía, de desesperación.

Hasta tal punto las cosas eran complicadas, que decidí que lo mejor era buscar otro trabajo, dejar a la pareja que tenía entonces, e irme del país. Quizá eso me ayudase a poner distancia e irme alejando poco a poco de ellos, de sus tácticas manipuladoras y de sus trastornos.

Aún no sé cómo logré salir adelante, en un país extranjero, sola, cansada, agotada por no lograr dormir en condiciones, dedicada a un trabajo tan apasionante como exigente y absorbente, y aprendiendo un idioma nuevo. Pero salí adelante. Con todo, salí adelante.

El contacto con mis padres iba espaciándose pero durante ese período, no desapareció. Yo llamaba a casa al menos dos veces por semana, y mi hermana me llamaba cada sábado.

Yo notaba que todas esas llamadas me hacían daño. Pero no podía evitar llamar, si no lo hacía, me sentía morir de culpabilidad y remordimiento.

Poco a poco fui comprobando que el psicoanalista tenía razón. No bastaba con la distancia física, cualquier tipo de contacto me envenenaba el alma. La ponzoña de las palabras y el discurso de mi madre, eran tóxicos para mi mente. Y aun así, no podía dejar de llamarla.

Habrían de pasar varios años más, hasta reunir la fuerza y el coraje necesarios para decirles definitivamente adiós a mis padres. Años de zozobra emocional, de sueño ligero, de agotamiento, de angustia vital… de dudas, de confusión, de tormento, en una palabra.

Sin embargo, unos 3 años después apareció en mi vida un chico excepcional que rápidamente se convirtió en mi amigo, el compañero al que podía confiar todos mis pesares. La persona que mejor me comprendió nunca. Y en él me apoyé para dar el salto definitivo hacia la libertad.

Durante los dos años siguientes dediqué mucho tiempo a descansar y a fortalecerme para afrontar la ruptura con mis padres.

En el verano de 2012 rompí definitivamente con mi madre. Por aquel entonces aún confiaba mínimamente en mi padre y en mi hermana. Pero cuando mi madre desapareció del escenario de mi vida, y mi padre se quedó sin el parapeto que suponía su mujer, se evidenció en él una naturaleza  más narcisista, egocéntrica, fría y siniestra, que la de mi madre. En esa época descubrí algunos secretos familiares, muchas traiciones y muchas mentiras por parte de mi familia más cercana, todo lo cual habría de hacerme más fácil desmontarlos y alejarme de ellos. Mi hermana se posicionó-por motivos que yo desconocía en aquel momento- de lado de mis padres. Así que, un año más tarde, rompí también el vínculo y toda relación con mi padre y mi hermana.

Al contrario de lo que me había sucedido cuando me separé de mi madre, no lloré en este caso. En esta ocasión me invadieron la frustración y la vergüenza de saberme engañada por mi padre y traicionada por mi hermana, a quien tanto tiempo había dedicado durante mi adolescencia. Esos sentimientos duraron largas semanas, pero el sufrimiento de esas primeros momentos fue dando paso al alivio y, más tarde, a la recuperación de las ganas de vivir. Se fueron los ataques de ansiedad y el odio y volvía a vivir.

El proceso había sido duro pero valió la pena. Hoy ya no temo que me llamen mis padres, no tiemblo ante la posibilidad de tener que visitarlos de nuevo-más de una vez me humillaban a tal punto que sentía náuseas o incluso vomitaba presa de la ansiedad y el pánico-, ya no tengo que inventarme excusas para no ir a verlos… Desaparecieron el miedo y las noches de insomnio.

De los múltiples aprendizajes adquiridos a lo largo de estos años, destaco uno especialmente: Lo que hagamos siempre tiene un impacto en los demás. Positivo o negativo, mejor o peor, pero lo tiene. Supongo que todos sabéis qué es "el efecto mariposa". Pues esto mismo sucede cuando alguien, sin importar en qué lugar, da un paso en la dirección de la liberación, cuando evoluciona espiritualmente hacia un estado de mayor bienestar psicológico. Ese paso, ese cambio-en este caso positivo-se propaga con increíble celeridad en todas las direcciones del espacio, hasta alcanzar a seres y a almas ávidas, sedientas de libertad y consuelo. No sería hasta varios años más tarde de haber roto el vínculo enfermizo y tóxico con mi familia, que tomé conciencia de cómo había impactado esa drástica decisión en mi entorno. Un día, pensando en el primo que más me había apoyado y que más entusiastamente había reaccionado ante mi iniciativa, caí en la cuenta de que él había decidido volar lejos de los suyos solo unos meses después de que yo hubiera partido. Él había pasado por un infierno personal a raíz de graves problemas en el seno de su familia. Su madre y sus numerosos hermanos eran tremendamente tóxicos y le habían hecho creer que él amás podría ser independiente. Pero cuando me vio a mí saltar, él me siguió. Siguió mi ejemplo. No estaba solo. Su familia reaccionó airadamente, con ira, con desaprobación, ... Pero él hizo oídos sordos. Él era libre. Para llegar a más gente, decidí publicar el libro. Con esa esperanza, con la de llegar a más gente, publiqué el libro “El día que me divorcié de mis padres” en Amazon y con esa esperanza abro este espacio de debate. Si tuviera que dar un consejo, sería el siguiente: Sed ejemplo para los demás.


Y ya para terminar, aclarar algo muy importante. A pesar de que el cuarto mandamiento impone honrar a nuestros padres, Jesucristo en una de las lecturas del apóstol Lucas, anuncia que viene a poner a todos contra todos en las familias, a sembrar los desencuentros en el seno de las mismas, dado que si algo hay que no acepta es que ciertas personas no reaccionen con indignación ante los malos tratos que con no poca frecuencia, se les dispensan a ciertos miembros de las familias. No acepta que, por mantener una falsa armonía y la apariencia de unión familiar, se tapen las injusticias en el seno de las familias. Los católicos encontramos pues, en Jesucristo, hermosas lecciones, hermosas palabras, todo un ejemplo de cómo proceder, de cómo reaccionar ante las toxicidades familiares.
Recientemente publiqué en Amazón "El Abuelo Antón: ¿Suicidio O Asesinato?", un relato intenso sobre la vida de un hombre que cerca de cumplir los 70 años decide romper con la familia tóxica y disfuncional que lleva años sufriendo para irse a vivir al otro lado del mundo con una mujer de la que se ha enamorado durante un viaje a Argentina. Sin embargo, la hija de Antón, temerosa de perder el patrimonio de su padre, decide poner en marcha un siniestro plan. Animaros a leerlo. Aquí os dejo el enlace:



https://www.amazon.es/dp/B07CS6NB2X/ref=sr_1_1?s=digital-text&ie=UTF8&qid=1525206914&sr=1-1&keywords=Gema+de+Prada

ALGUNAS COSAS QUE DEBERÍAS SABER SOBRE CÓMO SE PUEDE AFRONTAR LA RUPTURA DEL VÍNCULO PATERNO- FILIAL Y TAL VEZ NO SEPAS.

¿            ¿Se puede romper un vínculo tan fuerte como el que existe entre padres e hijos? A veces no sólo se puede, sino que también se debe. Si tus padres responden a perfiles narcisistas, manipuladores, psicópatas o muestran comportamiento nocivos como el pasivo-agresivo, y el daño que te infligen es grave y amenaza tu salud física y psíquica, debes poner fin a la relación con ellos. 

¿Por qué hablas de “padres manipuladores o tóxicos” en lugar de decir “madre        manipuladora/tóxica” o “padre tóxico”?

Porque al contrario de lo que mucha gente cree, los padres actúan como un todo. Rara vez se da una madre narcisista casada o emparejada con un señor maravilloso, empático y generoso, y viceversa. En este punto viene como anillo al dedo el dicho “dos que duermen en el mismo colchón son de la misma condición”. Yo pude comprobarlo en mi caso particular. A pesar de que yo creía en un principio que aunque mi madre era manipuladora, mi padre era encantador; acabé descubriendo que mi progenitor era aún más narcisista, siniestro y cruel que mi madre, pero lo disimulaba mejor. Así que ¡ojo! Si una mujer es narcisista, manipuladora, fría y cruel, probablemente su pareja se parezca mucho a ella a nivel de personalidad y viceversa. 

¿El maltrato parental deja huella indeleble en los hijos?

Según mi experiencia, no. Sí, deja huella, pero esta acaba difuminándose e incluso desvaneciéndose en cuanto te alejas de ellos y superas el duelo. La víctima vuelve a ser ella misma y su verdadera personalidad vuelve a florecer al cabo de un tiempo. En este punto se podría decir que “el alma humana” es “indestructible”, como aseguran por otra parte muchos “gurús” de la New Age. 

¿La terapia psicológica funciona en estos casos?

Yo no había hecho terapia psicológica nunca antes del psicoanálisis. Es más, yo solo había ido a otro psicólogo  unos meses antes antes de conocer a mi psicoanalista, porque mi médico de atención primaria sostenía que yo no la necesitaba que yo era mentalmente fuerte, que era equilibrada, que no necesitaba psicólogo y mucho menos psiquiatra. Fui yo la que le pedí una alternativa para las contracturas musculares, el stress y el insomnio que llegué a padecer en cierta época de mi vida y ahí fue cuando me recomendó la acupuntura. Y fue mi acupuntora la que me recomendó a mi psicoanalista. Y aunque no creía en el psicoanálisis, no sólo me funcionó sino que me salvó la vida. En mi caso, los conflictos emocionales eran tan serios, que mi salud física empezó a verse afectada y comprometida. De hecho, durante una etapa tuve problemas del sistema inmune a causa de la tensión emocional tan intensa y crónica que había padecido.

Otras personas ven comprometido su sistema cardiovascular, su sistema endocrino o digestivo…algunas incluso asocian el cáncer con problemas emocionales graves como los aquí tratados.

¿A qué se deben los síntomas de ansiedad, fobias, pánico, conflictos emocionales, insomnio en estos casos, qué los desencadena exactamente?

En mi caso, los conflictos emocionales (que son los que desencadenan la ansiedad, la tristeza, la amargura, el insomnio...) eran el resultado de una lucha cruenta y sin cuartel entre una parte de mí (el consciente) que ansiaba por encima de todas las cosas una familia unida y feliz y se negaba a ver que en realidad mi familia era de todo menos ideal o feliz, y que, además, me imponía obediencia ciega a mis padres, y otra parte de mí (el subconsciente) que me avisaba constantemente de que estaba viviendo una mentira, y que mis padres en realidad ni me querían ni me estaban protegiendo, sino que me habían vendido y traicionado, y me utilizaban para sacarme el dinero.
Por otra parte, me sentía culpable por albergar sentimientos de rechazo o repulsión hacia mis padres, sobre todo hacia mi madre. Era evidente que no son buenas personas, yo lo vi desde que era un bebé. Los bebés saben desde el momento mismo de nacer si aceptan o no a su madre, si la van a querer o no. Ese sentimiento de repulsa e incluso aversión hacia mi madre me parecía algo vergonzoso e inconfesable, y me culpaba por sentir eso, a veces me sentía mala o rarita por no aceptar a mi propia madre.
Hay muchos niños que pasan por eso mismo. Ese problema es el germen de muchos trastornos, entre ellos los de la conducta alimentaria.

En resumen, se trata (al menos en mi caso) de que no aceptas la realidad, es la negación de una realidad que te resulta demasiado penosa o dura, y una especie de falta de valentía para romper con todo. De hecho, hay psicólogos que definen la depresión como "la negación de la realidad". Tal vez haya algo de eso en casi todas las depresiones. A veces la vida es demasiado dura para ser aceptada. Así de sencillo y así de atroz.
También hay psicólogos que definen "la depresión" como la enfermedad de los excelentes, dado que las personas con principios éticos y morales más sólidos son los que más frecuentemente presentan síntomas de depresión.


¿Te sentiste arropada por tu entorno?

Me sentí arropada por la mayor parte de mis amigas y por mi pareja. Aun así, la sociedad todavía no está preparada para el “divorcio” entre padres e hijos. Desde hace siglos hay hijos que se van de casa para no volver debido a las desavenencias con sus padres. De hecho, buena parte de la gente que emigra lo hace por motivos personales más que profesionales.

Aunque ya no se estigmatiza a quien habla mal de sus padres o a quien no se trata con ellos, y cada vez se va aceptando más el alejamiento o divorcio entre padres e hijos, aún no se ha normalizado este tipo de distanciamiento o de rupturas. Supongo que la sociedad necesita tiempo para asimilar ciertas realidades. 

¿Se debe intentar la terapia de familia antes de romper definitivamente?

Lo normal es que la gente de perfil narcisista o psicópata, sea refractaria a todo tipo de terapias psicológicas. Y además, es frecuente que se nieguen a hacer terapia porque en el fondo se saben responsables de las situaciones que viven sus hijos, responsables de su sufrimiento. Incluso a veces se niegan a hacer terapia porque temen que salgan a relucir secretos de familia que explican buena parte de los trastornos de sus hijos. En todo caso, con ese tipo de perfiles, la terapia psicológica y la terapia de familia son inútiles.

Yo no recomiendo perder el tiempo. Si intentas una y mil veces arreglar las cosas con un narcisista, un manipulador o un psicópata, acabarás mil veces dañado. Pierdes el tiempo y lo que es peor, pierdes vida, pierdes energía, pierdes vitalidad y sobre todo pierdes salud.

Lo recomendable, una vez detectado el problema, es irse lo antes posible. Si no se hace así, corres el riesgo de quedarte atrapado en la asfixiante telaraña familiar, sin fuerzas ni salud para salir adelante por ti mismo.

¿Los hombres se ven más o menos afectados por entornos familiares disfuncionales que las mujeres?

En mi opinión, y al contrario de lo que la gente cree, los hombres son más vulnerables a los ambientes disfuncionales. Las mujeres tal vez disponemos de más recursos emocionale para escapar de esa trampa; los hombres, con frecuencia, no pueden. El motivo exacto no lo sé. Quizá sea sólo una impresión mía, o quizá es lo que pude constatar en mi entorno. Quizá los hombres son menos dados a pedir ayuda. En todo caso, los médicos de atención primaria deberían poder detectar este tipo de problemas en estadíos tempranos del desarrollo del niño.

¿Ayuda hablar con otras personas sobre esto?

Depende. Si te desahogas con gente que te comprende, sí te ayuda. Pero no compensa hablar de esto con gente que no te entiende o que cree a pies juntillas mitos como “todos los padres son buenos” o “todos los padres desean lo mejor para sus hijos”. Esa gente sólo te hará dudar de ti mismo con frases como: "Ten paciencia con tu madre/padre", "seguro que te quieren pero no saben expresarlo", "los padres son seres humanos y comenten errores pero debes perdonarles", "tienes que perdonarles...", "eres muy dura juzgándolos...", "tal vez exageres...", "no puedes cortar con tus padres...",...etc. Esas apreciaciones y consejos te frenan a la hora de tomar decisiones importantes respecto a la relación con tus padres, agravan tus conflictos internos (entre irte y abandonarlos o quedarte), y empeoran tu estado de ansiedad, incrementando tu estado confusión e inseguridad.

Busca gente en tu misma situación, gente que te comprenda. En ese caso, sí, es de gran ayuda escuchar sus historias, sus biografías y cómo afrontan ellos este tema. Y por supuesto, ayuda-y mucho-, un buen terapeuta. Yo creo en el psicoanálisis por motivos que explico en el libro. 

¿Por qué a las víctimas de familias disfuncionales les cuesta tanto romper el vínculo con sus padres?

En general, se debe al sentimiento más autodestructivo de todos: LA CULPA. Hay familias tan disfuncionales que tal elemento no se da. Me refiero a familias donde directamente los padres echan de casa a sus hijos. Esos hijos enfrentan muchas dificultades pero no la culpa porque son sus padres los que los han echado.

Por otro lado, nos encontramos familias manipuladoras donde se mantiene atados sin cadenas ni cuerdas a los hijos. Estaríamos, en este caso, ante un maltrato más sutil y a veces más nocivo. Por motivos que pueden ir desde el interés emocional (padres que vampirizan la energía y la vitalidad del hijo), hasta el interés económico (no pocos padres se adueñan del patrimonio y del sueldo de sus hijos), etc., hay padres que se niegan a dejar volar a sus hijos. Se adueñan de sus vidas, de sus sueños, de sus ansias de formar sus familias o llevar a cabo sus proyectos vitales, y no los dejan libres nunca. Estos padres se afanan en aislar a sus hijos, en cortarles la comunicación con el mundo exterior, con amigos, con compañeros e incluso en boicotear sus relaciones sentimentales. Si los hijos hacen amago de irse, entonces los padres se encargan de recordarles que hicieron mucho por ellos, que un buen hijo no debe abandonar a sus padres, que donde debe estar es con sus padres, que el mundo es horrible, que los demás son malos, que sus novios/as son lo peor, etc. Ahí es cuando los padres manipuladores hacen un despliegue de medios sin paragón, medios que van desde inocular la culpa en sus víctimas ("te vas porque no me quieres", "un padre lo da todo por un hijo", "con lo que yo me sacrifiqué por ti y ahora me haces esto...", "tu pareja te hará daño...", "no hay nada como el amor de un padre/madre..."), hasta ataques verbales, campañas contra la imagen pública de los hijos ("mi hijo está psicológicamente mal", "mi hijo me desprecia", "mi hijo me ignora", "mi hijo está loco"...), acoso e insultos, etc. Tácticas todas ellas que dificultan la huida de la víctima.

¿Se elabora un duelo cuando rompes con tus padres como si hubieran muerto?

   
 Depende de la persona con la que cortas y depende también de ti y de tus circunstancias. En mi caso, yo sí experimenté una especie de duelo al cortar con mi madre. De hecho, una vez tomé la decisión de romper y le comuniqué mi deseo de que no me llamase más, sentí que se me venía el mundo encima. Sentí que todo había acabado y eso me dolió sobremanera, pero no por la expectativa de no volver a verla, sino más bien como un sentimiento de pesar y congoja por lo que pudo haber sido y no fue, lamenté enormemente no haber tenido una madre cariñosa y buena, lamenté que a pesar de todos mis esfuerzos no hubiera sido posible una buena relación entre ambas, lamenté el tiempo y la vida perdidos. Lloré semanas enteras. Pero el sufrimiento fue pasando y luego llega el olvido. Hay días en los que ni siquiera me acuerdo de ella.
Si hubiera que hablar de duelo, yo diría que más que duelo por esa personas, experimentas un duelo debido a la frustración de las expectativas, por la muerte de un sueño (la de gozar de una familia unida y feliz), por lo que pudo haber sido y no fue.

En el caso de la ruptura con mi padre, el proceso fue diferente, porque en ese caso ni siquiera lloré. Me sentí culpable y avergonzada por haberme dejado engañar por él, me reproché haber creído en él..., llegué a sentir odio por él, pero no derramé una sola lágrima.

¿La gente te juzga duramente por no hablarte con tus padres?

En general no me juzgan, es más, no es raro encontrar gente que valora la valentía de romper con situaciones tan complicadas como las que yo tuve que afrontar, y con personas tóxicas, sean tus padres o quienes sean. La mayoría no hace preguntas molestas y respetan tu decisión. Muchas otras personas también tienen problemas con sus padres, aunque no se atreven a contarlo. Pero hay que tener esperanza, porque lo que se puede constatar es que poco a poco la sociedad se va volviendo más abierta y comprensiva. Más sabia, en una palabra.  

¿Crees que tus padres te odiaban?

En contra de lo que cree mucha gente, los padres manipuladores-las personas manipuladoras en general e incluso las psicópatas-no suelen odiar. O al menos no todo el tiempo. Simplemente tienden a utilizar a los demás y a manifestar una notable incapacidad para amar. Y lo hacen sin miramientos, pero también sin sentimientos. Evidentemente, depende de cada caso, hay psicópatas muy viscerales, que sí desarrollan fuertes sentimientos de ira, de envidia o de despecho. No todos los psicópatas son fríos, aunque sí suelen manifestar una gran ductilidad; es decir, son capaces de tratar con personas a las que desprecian u odian, guiadas por intereses económicos o sociales. Una persona normal huye de los seres que detesta, un psicópata huye solo si no puede sacar provecho de ellos o se siente amenazado.

Si Los tóxicos en general, incluyendo tanto a psicópatas, como narcisistas (que, con frecuencia, suelen presentar ciertos rasgos psicópatas), presentan, además, una dualidad o ambigüedad en su comportamiento hacia su víctimas. Alternan momentos de cierta calidez fingida con el maltrato. El fin es confundir a la víctima, que no sabrá si el responsable de su malestar es ella misma, que malinterpreta las palabras hirientes del tóxico, o es el tóxico que la maltrata. Confundir a sus víctimas, forma parte delas tácticas de los manipuladores para mantenerte atrapado.

Hay que concienciarse de que hay gente incapaz de amar. Y muchos de ellos, por desgracia, son padres. 

¿Conociste a mucha gente en tu situación?

Sí. Y muchas veces esas personas no sabían que estaban siendo víctimas de sus propios padres, o lo intuían pero no lo aceptaban. Es curioso cómo, muchas veces, metemos la cabeza en la arena como los avestruces por miedo a afrontar la realidad. Detrás de muchos casos de trastornos alimenticios (anorexia, bulimia...), autolesiones, adicciones (alcohol, drogas, trabajo,...), ansiedad, depresión o insomnio suele haber una familia disfuncional, y un buen porcentaje de consultas de atención primaria están directamente relacionadas con este problema. Por eso es importante que los médicos de atención primaria se formen mínimamente en la detección de este tipo de conflictos intrafamiliares.

Bastaría con que los médicos de familia los detectaran en la adolescencia o incluso en la infancia, y se salvarían muchas vidas. No olvidemos que muchas personas criadas en familias disfuncionales, mueren prematuramente como consecuencia de trastornos psicológicos y lo que de ellos se deriva (alcoholismo, drogadicción, anorexia, bulimia, suicidio, problemas cardíacos o del sistema inmune que se desarrollan como consecuencia de tanta tensión emocional acumulada, conductas temerarias al volante, etc). Y no menos importante, se evitaría mucho sufrimiento. Por otra parte, resolver estos problemas en estadíos iniciales es algo que convendría y mucho a las administraciones, porque se ahorrarían muchísimos recursos en bajas laborales, incapacidades, medicación,... en gasto social, en pocas palabras.

¿Cuáles son los principales problemas que afrontaste al divorciarte de tus padres?

En un primer momento, el impacto del adiós, la vida cambia y los cambios a veces son percibidos por nuestra psique como algo estresante. De repente, sientes alivio por perder de vista a alguien que te hizo mucho daño, pero también lamentas no haber logrado disfrutar de una buena relación con tus padres, sufres por no haber logrado lo que todos soñamos, una familia unida. Más que un duelo por perder a alguien, lo que experimentas es un duelo por no haber logrado el sueño de ser feliz en familia, lloras la frustración que produce no haber tenido unos padres buenos y cariñosos, lloras la frustración de saberte utilizada por tus padres, y de no haber sido amada en el seno de tu familia más cercana. 

Luego afrontas cierto grado de soledad, porque, con los padres, pierdes también parte del entorno de allegados aunque la distancia es sanadora y vas recuperando las fuerzas y la tranquilidad. Luego, aceptas también eso, y vas haciendo amigos, gente estupenda que te comprende y apoya. Yo contaba y sigo contando-espero que para toda la vida-con mi pareja y mis amigas de siempre. Incluso conservo contacto con algunos de mis primos. 

¿Es aconsejable mantener el contacto con tíos, primos…? 

En general, no, pero depende de cada caso. En general las familias extensas de núcleos tóxicos, suelen estar muy envenenadas por los miembros disfuncionales. Y muchos son comparsas que hacen posibles las dinámicas aquí tratadas. Incluso cuando muchos te apoyan, en el fondo suelen ser colaboradores del núcleo duro de la familia. Por ganar protagonismo, por intereses variados, parasitismo o por cobardía, rara vez se oponen a los tejemanejes y crueldades de los tóxicos . Yo encontré verdadera comprensión y apoyo, solo en un primo. Un chico que sufrió una situación muy parecida a la mía y que encontró en mi ejemplo, el empujón que necesitaba para enfrentarse a una familia muy tóxica.

Pero, en general, como ya comenté, aunque de cara a la galería muestren cierta comprensión o simpatía-sobre todo porque suelen albergar sentimientos encontrados hacia los disfuncionales que dirigen las dinámicas familiares-, en el fondo uno intuye en ellos, cierta indolencia, cierta ductilidad en algunos casos. Ductilidad que se traduce en actitudes camaleónicas. Son, en definitiva, seres sin principios sólidos, capaces de actuar siguiendo sus ansias de aprovechar el momento o aprovecharse de los demás sin ningún tipo de reparo o escrúpulos. Son oportunistas y muestran actitudes ambiguos. De hecho, aunque, de cara a la galería, algunos te defiendan, a la vez les choca que hayas tomado la decisión de decir adiós definitivamente a tus padres. Hay otros que incluso fingen apoyarte solo para ganarse tu confianza y obtener información de ti. Información que en muchos casos acaba siendo utilizada por los monos voladores de los tóxicos, para comprar los favores de estos últimos. Debo aclarar, eso sí, que me llevé alguna que otra sorpresa agradables con gente de la que no esperaba apoyo alguno. Hubo gente de la que no esperaba nada, que fue la que mejor respondió.
En definitiva y para abreviar, con frecuencia, lo mejor es la distancia, porque, de esta manera, evitas revivir un pasado doloroso y es más fácil renovarse, respirar y retomar una vida tranquila.

¿Te arrepentiste alguna vez del paso que diste?

     
No. Nunca. Todo lo contrario, me arrepiento de no haberlo hecho antes. Me faltó valentía, me faltó arrojo…, pero cuando encontré el apoyo necesario decidí dar el paso. Por eso es muy importante el apoyo que podamos darnos los unos a los otros. En mi caso fue imprescindible y decisorio. Sin apoyo-lo reconozco-yo no hubiera salido del hoyo.

¿Qué es lo que más duele en todo el proceso?

Lo que más duele es reconocer que tus padres no te quieren. Para mí eso fue lo más doloroso. Admitirlo, asumirlo, aceptarlo…eso me desagarró el alma.

¿Echas de menos algo de cuando estabas con ellos?

No. No hay nada de ese pasado que eche de menos. Al contrario, para mí es impensable siquiera volver a contactar con ellos o perdonarles.
Es muy curioso cómo las personas narcisistas, psicópatas y en general los manipuladores, nunca reconocen sus errores, nunca piden perdón, sino que después de todo el daño que te causan, has de ser tú el o la que pidas perdón. Así, hace ya un tiempo un tío mío intentó mediar entre nosotros y llegó a decirme: "Tus padres quieren que les pidas perdón..., ellos son los únicos que te pueden ayudar si un día necesitas algo".

Me reí por no llorar. Han propagado el rumor de que "su hija está loca" (se lo dijeron a mucha gente de mi entorno, se lo dijeron a mi actual pareja, a muchos de mis tíos, a conocidos, a amigos de la familia, a compañeros suyos de trabajo, etc.), tengo pruebas de que echan pestes de mí por haberlos descubierto y abandonado, soy consciente de sus tejemanejes y de sus manipulaciones y, aun así, tienen la caradura de exigirme que les pida perdón y de aseguar que ellos me pueden ayudar, ¿ayudar a qué?? ¿a hundirme? ¿a seguir haciéndome daño?
Por otra parte, demuestran poca humildad cuando afirman que podrían ayudarme si yo los necesitase. ¿Y si son ellos los que necesitan MI ayuda? De hecho, aunque no lo reconozcan, fui yo la que les ayudó, de mil maneras, toda mi vida. Son ellos los que me parasitaron de muchas maneras. Por otra parte, están en la ancianidad, es más probable que necesiten ellos ayuda, a que la necesite yo. Pero no cejan en intentar distorsionar la realidad con sus discursos torticeros e insultantes.  Muchas veces, los demás no son conscientes de hasta qué punto puede manejarte un manipulador o un narcisista. Con frecuencia, el entorno se deja manipular y engañar por este tipo de abyectos personajes. Hay personas que no se dejan manipular pero otras sí. Por eso no suele ser recomendable el trato con familiares que puedan haber sido envenenados emocionalmente por el núcleo manipulador y narcisista. Además, con frecuencia hay intereses de índole económico, lo cual condiciona la conducta de los que tienes alrededor. Yo he conocido casos de familias en las que todos se ponen de parte de los manipuladores porque estos tienen dinero y compran apoyos y favores.

¿Hasta qué punto el psicoanálisis es eficaz en este tipo de problemas?

El psicoanálisis es eficaz en este tipo de problemas pero si no pones de tu parte no lograrás nada. Hay que concienciarse de que va a ser difícil superarlo, de que va a haber momentos muy malos, pero también tener fe en que vas a conseguirlo.  El psicoanálisis no es mágico, exige mucho de ti. No es tan fácil como tomarse una pastilla y ya está. Exige compromiso, implicación y esfuerzo y sobre todo mucha voluntad. En este punto recomiendo los vídeos de Miguel Martínez https://www.youtube.com/watch?v=GTo35UbZYbw


¿Qué otras terapias pueden ser recomendables?

A mí me ayudó la hipnosis. Relaja mucho y permite hablar al subconsciente. En estado hipnótico es fácil que tu subconsciente hable y te diga-aunque sea en mensaje cifrado-qué desea o incluso se libere de recuerdos reprimidos.

Esos recuerdos reprimidos con frecuencia son la clave de la resolución de graves conflictos emocionales, de ansiedad o incluso de depresión. Por lo demás, y tal como ya comenté antes, yo solo había asistido una vez a un psicólogo conductista (ya de adulta) y enseguida supe que no iba a poder ayudarme porque él sostenía que el causante de mi de mi malestar era una mala gestión del stress, y me animaba a hacer ejercicios de respiración para rebajar el nivel de tensión. El stress es un problema,  con frecuencia puntual, y otro muy diferente ser víctima de una familia altamente tóxica, que te condena a una tensión emocional, constante y muy intensa. Por otra parte, si el origen de tus males es la toxicidad de los que te rodean, eso no puede solucionarse con ejercicios de respiración. Poco tiempo después comencé la terapia psicoanalítica, que me funcionó muy bien desde la primera sesión. Esa terapia la combiné en dos o tres ocasiones con la hipnosis, que complementa bien las ventajas de la terapia psicoanalítica.

¿Pero es caro es psicoanálisis? ¿Cuánto puede costar una terapia así?

Al contrario de lo que se piensa, no. Mi psicoanalista (hablo de España) me cobraba algo menos de 30 euros por sesión. Y yo al principio iba de media 2 veces al mes. Estuve yendo con cierta regularidad 1 año más o menos, luego espacié las sesiones porque al estar fuera de España evidentemente no podía ir más que cuando regresaba de vacaciones, 1 o 2 veces al año. Cualquiera puede hacer cálculos. Es mucho más barato que ninguna otra terapia o incluso que las medicaciones. Y desde luego mucho más sano. Por otra parte y en contra de lo que dice mucha gente, el psicoanálisis no es necesario hacerlo toda la vida o durante períodos muy largos de tiempo. Yo ya hace bastantes años que no visito a mi psicoanalista, recuperé mi vida, incluso mi sistema inmune se ha fortalecido y llevo una vida tranquila y satisfactoria. 

¿Qué otros trastornos tienen su origen o como causa principal crecer en familias disfuncionales?


La anorexia y la bulimia. Según numerosos científicos, en muchas ocasiones la escasa dedicación de los padres a los hijos en el entorno familiar podría predisponer a que las hijas desarrollen un trastorno de la conducta alimentaria. Podría decirse que se ha observado que las familias de hijas con trastorno de la alimentación suelen presentar más conflictos, mayor desorganización familiar, menor adaptabilidad, menor cohesión, pocos cuidados de padres hacia hijos, menor apoyo emocional, etc. Por otra parte, los padres de anoréxicos suelen presentar dificultades en su relación de pareja. Al final de este texto he incluido la URL a un artículo científico sobre este tema.

Otros blogs recomendados relacionados con esta temática. Incluyo la URL de una web sobre anorexia y bulimia porque estos trastornos también suelen ser originados en familas disfuncionales:

http://calidoscopideducaciosocial.blogspot.fr/2013/10/hijo-de-familia-narcisista-mi-madre-es.html
http://sobreviviendoasociopatasynarcisistas.blogspot.fr/2015/02/perspectivas-para-los-hijos-de-padres.html

http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1405887116300499

http://www.psicodinamicajlc.com/_blog/index.php

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